El diablo sobre ruedas cambiaría por completo la carrera de Steven Spielberg. Cuando le ofrecieron dirigir este telefilm llevaba dos años trabajando en TV para la Universal, donde había realizado episodios para diferentes series: Night Gallery, The psychiatrist, Colombo…
Se rodó en los alrededores de Lancaster y Palmdale (a unos 100 kilómetros de Los Ángeles) en tan solo 16 días y el presupuesto alcanzó los 450.000 dólares.
La maestría proverbial del joven Spielberg se aplicó concienzudamente sobre el libreto entregado por el escritor Richard Matheson, en el que reinterpretaba su relato corto “Duelo”. La simplicidad de la historia original, al contrario de lo que se podía suponer, juega a favor del director pues le permite profundizar con señero virtuosismo en la creación de una atmósfera enrarecida (en la que la fotografía de colores terrosos remite al western) y en el aumento progresivo de la tensión a través de los detalles de puesta en escena y el montaje.
El genial Dennis Weaber (feliz imposición del estudio) interpreta a un apocado vendedor cuya pusilanimidad se transforma en rabiosa y adrenalítica “configuración personalizante” convirtiendo su hasta entonces anodina presencia en la de un nuevo cazador que no reprime sus instintos más primitivos ante la febril amenaza de un diabólico camión. En 1977 Elliot Silverstein (Un hombre llamado caballo) dirige Asesino invisible que tiene como protagonista a un misterioso automóvil, en concreto un Lincoln Continental Mark III (convenientemente adaptado), que asesina viandantes de forma aleatoria y con asombrosa gratuidad. Antes, Jerry London filma otro telefilm, Killdozer (1974). Aquí es una excavadora (¡!) la que adquiere vida propia. Sin olvidar Christine, obligada adaptación de la novela homónima de Stephen King en la que un Plymouth Fury del 58 se rebela contra los humanos en esta irrelevante y funcional película encargada al realizador John Carpenter en 1983.
Queda claro que El diablo sobre ruedas no pasó inadvertida. Estrenada el 13 de Noviembre de 1971 en la cadena ABC, tuvo una entusiasta recepción. El propio crítico de la cadena, Barry Diller, la calificó como “película de la semana” y la Universal la estrenó como largometraje en salas comerciales de Europa y Japón (debidamente alargada hasta los 90 minutos). Tras este sonoro triunfo, el director de Tiburón rodó dos telefilms más hasta debutar, ahora sí, en la Gran Pantalla con la decepcionante (sobre todo en cuanto a expectativas generadas) Loca evasión (1974).
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