Hablar de Shutter Island es bastante complicado, sin destripar algo de su apasionante metraje, sus giros inesperados y sus mil detalles a tener en cuenta, por eso, para poder contar algo de la película empezaremos diciendo que esta es la cuarta de Leo DiCaprio con el maestro Martin Scorsese tras la excesivamente larga y falta de ritmo Gangs of New York (2002), el soporífero ejercicio de clasicismo de El Aviador (2004) y la muy recomendable y escarizada Infiltrados (2006).
Acompañan a Leo en el reparto el sosaina de Mark Ruffalo, la ex-esposa de Heath Ledger, Michelle Williams, el siempre excelente Sir Ben Kingsley y el inolvidable Max Von Sydow. Está basada en una novela de 2003 del autor David Lehane firmante de la magnífica Mystic River, dirigida por otro maestro como es Clint Eastwood.
Bien, la historia transcurre en los años 50, y cuenta la historia de dos policías jurídicos, Teddy Daniels (Leo) y Chuck Aule (Ruffalo) que investigan la desaparición de una paciente en un manicomio alejado de la mano de Dios, en una isla con muy mala pinta. Pero, a medida, que la historia va avanzando se hace evidente que Teddy tiene otros intereses en la isla y busca venganza por algo desconocido y entonces llega el giro inesperado y hasta aquí puedo leer como diría Luis Roderas en el Un, Dos, Tres…
Tras ver la película he de decir que es una de las mejores del tandem formado por DiCaprio y Scorsese, debido a una excelente interpretación de su protagonista, pasando por muchos registros como el tipo duro, el drama más desgarrador y la locura más impensable. Por la excelente dirección de Marty, con escenas soberbias, como todos esos sueños paranoicos e incomprensibles, que toman su sentido al final, y algún que otro plano marca de la casa como el plano secuencia del campo de concentración o el uso de los claro-oscuros para dar sensación de terror y miedo. La desasosegante, perturbadora y terrorífica ambientación del manicomio donde transcurre la acción y una espectacular música que tiene en tensión, sin que aparentemente ocurra nada en pantalla.
Por todo ello y por unas interpretaciones de dos pesos pesados como Ben Kingsley y Max Von Sydow, todo toma forma de una escalofriante locura, en la que es difícil discernir entre realidad y ficción, locura y cordura, sueño y mundo real, hasta llegar a un desenlace que no deja indiferente a nadie y que nos deja una de las frases más célebres del momento: “Prefiero morir como un hombre bueno a vivir como un monstruo”. Impagable.
Acompañan a Leo en el reparto el sosaina de Mark Ruffalo, la ex-esposa de Heath Ledger, Michelle Williams, el siempre excelente Sir Ben Kingsley y el inolvidable Max Von Sydow. Está basada en una novela de 2003 del autor David Lehane firmante de la magnífica Mystic River, dirigida por otro maestro como es Clint Eastwood.
Bien, la historia transcurre en los años 50, y cuenta la historia de dos policías jurídicos, Teddy Daniels (Leo) y Chuck Aule (Ruffalo) que investigan la desaparición de una paciente en un manicomio alejado de la mano de Dios, en una isla con muy mala pinta. Pero, a medida, que la historia va avanzando se hace evidente que Teddy tiene otros intereses en la isla y busca venganza por algo desconocido y entonces llega el giro inesperado y hasta aquí puedo leer como diría Luis Roderas en el Un, Dos, Tres…
Tras ver la película he de decir que es una de las mejores del tandem formado por DiCaprio y Scorsese, debido a una excelente interpretación de su protagonista, pasando por muchos registros como el tipo duro, el drama más desgarrador y la locura más impensable. Por la excelente dirección de Marty, con escenas soberbias, como todos esos sueños paranoicos e incomprensibles, que toman su sentido al final, y algún que otro plano marca de la casa como el plano secuencia del campo de concentración o el uso de los claro-oscuros para dar sensación de terror y miedo. La desasosegante, perturbadora y terrorífica ambientación del manicomio donde transcurre la acción y una espectacular música que tiene en tensión, sin que aparentemente ocurra nada en pantalla.
Por todo ello y por unas interpretaciones de dos pesos pesados como Ben Kingsley y Max Von Sydow, todo toma forma de una escalofriante locura, en la que es difícil discernir entre realidad y ficción, locura y cordura, sueño y mundo real, hasta llegar a un desenlace que no deja indiferente a nadie y que nos deja una de las frases más célebres del momento: “Prefiero morir como un hombre bueno a vivir como un monstruo”. Impagable.
Íñigo
No hay comentarios:
Publicar un comentario