¡Pobre Guido Contini¡ ¡Pobre Guido Contini¡, pensaba al final de la proyección, ese personaje falto de inspiración y aunque él no lo sepa, de carisma e iniciativa propia, como bien le indica su diseñadora de vestuario “ser director de cine está sobrevalorado”. Más allá de su falta de autoestima y comprensión de lo que le ocurre y sumido en la vorágine de la creación de un film, Guido persigue la inspiración a través de las mujeres de su vida, todas y cada una de ellas, que le llevaron a conocer y vivir diferentes aspectos de la evolución de un hombre, aspectos que intentará plasmar en su película, gracias a la ayuda de sus musas.
El relato es frío y a veces forzado, lo que nos lleva en momentos a desconectar de la historia. Rob Marshall, al igual que ocurriera en todos y cada uno de los números musicales de la mucho más entretenida y espectacular Chicago, nunca consigue romper la cuarta pared y hacernos partícipes de su espectáculo, sino que observamos de lejos la sucesión de números musicales como si de un teatro de vodevil se tratara, el mundo de Nine se nos hace lejano e inhóspito.
Los números musicales de Nine varían su impacto e intensidad dependiendo de la actriz que los interprete, así los temas “Be Italian”, interpretado por Fergie, carnal y exhuberante (cantante de los Black Eyes Peas, aquí en su primer rol de peso en un film); “My Husband Makes Movies” y sobretodo “Take It All”, cantado y soberbiamente interpretado por la bellísima y talentosa francesa Marion Cotillard, el número “A Call From the Vatican” el más sexual y salvaje interpretado de una manera encomiable e increíblemente sexy por nuestra Penélope Cruz, y la actuación más movida y sorprendentemente bien interpretada por Kate Hudson, de la cual pocos daban un duro por ella como cantante. Los demás números interpretados por un muy comedido y necesitado de clases de canto y baile Daniel Day-Lewis, una plastificada e inexpresiva Nicole Kidman, y las dos actrices capaces de hacer cualquier cosa que se les pida y hacerlo de manera soberbia, la magnífica Judi Dench y la eterna Sofia Loren.
Por fin, como conclusión, los amantes del musical disfrutarán de una gran puesta en escena y de un exquisito diseño de escenas musicales, con algunos momentos memorables, los menos, y algún que otro momento de sopor, los más, pero nos sumergiremos en esa mente tan compleja del autor y su creación y en algún momento pensaremos ¡Pobre Guido Contini¡¡Pobre Guido Contini¡.
El relato es frío y a veces forzado, lo que nos lleva en momentos a desconectar de la historia. Rob Marshall, al igual que ocurriera en todos y cada uno de los números musicales de la mucho más entretenida y espectacular Chicago, nunca consigue romper la cuarta pared y hacernos partícipes de su espectáculo, sino que observamos de lejos la sucesión de números musicales como si de un teatro de vodevil se tratara, el mundo de Nine se nos hace lejano e inhóspito.
Los números musicales de Nine varían su impacto e intensidad dependiendo de la actriz que los interprete, así los temas “Be Italian”, interpretado por Fergie, carnal y exhuberante (cantante de los Black Eyes Peas, aquí en su primer rol de peso en un film); “My Husband Makes Movies” y sobretodo “Take It All”, cantado y soberbiamente interpretado por la bellísima y talentosa francesa Marion Cotillard, el número “A Call From the Vatican” el más sexual y salvaje interpretado de una manera encomiable e increíblemente sexy por nuestra Penélope Cruz, y la actuación más movida y sorprendentemente bien interpretada por Kate Hudson, de la cual pocos daban un duro por ella como cantante. Los demás números interpretados por un muy comedido y necesitado de clases de canto y baile Daniel Day-Lewis, una plastificada e inexpresiva Nicole Kidman, y las dos actrices capaces de hacer cualquier cosa que se les pida y hacerlo de manera soberbia, la magnífica Judi Dench y la eterna Sofia Loren.
Por fin, como conclusión, los amantes del musical disfrutarán de una gran puesta en escena y de un exquisito diseño de escenas musicales, con algunos momentos memorables, los menos, y algún que otro momento de sopor, los más, pero nos sumergiremos en esa mente tan compleja del autor y su creación y en algún momento pensaremos ¡Pobre Guido Contini¡¡Pobre Guido Contini¡.
Íñigo
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