domingo, 13 de febrero de 2011

DIMENSIÓN FANTÁSTICA

El exorcista II, El hereje (The exorcist II: The heretic, 1977) de John Boorman (y II)

Intentaré resumir el argumento, vamos allá: El padre Lamont (un Richard Burton que ya caminaba el tramo final de su carrera) es asignado por el Cardenal (Paul Henreid en su última interpretación) para investigar la muerte del padre Merrin (asesinado mientras exorcizaba al demonio Pazuzu en el cuerpo de Regan Mcnail) y la causa de la posesión de Regan (Linda Blair). Esta se encuentra ahora en un instituto psiquiátrico bajo la supervisión de la doctora Gene Tuskin (Louise Fletcher). Lamont la visita para obtener información pero Regan no recuerda nada de lo sucedido. La doctora Tuskin, que considera que sus recuerdos permanecen enterrados, utiliza una especie de hipnótico “sincronizador” para penetrar en la mente de Regan y compartir las “visiones” de la joven con el padre Lamont. Cuando Lamont se entera de la existencia de Kokumo –un muchacho que el pasado había desarrollado poderes especiales para luchar contra Pazuzu (que aparece como una plaga de langostas)- viajará a África para solicitar su ayuda…
No me he inventado nada, lo juro. Queda claro que el realizador británico no tenía pensado diseñar un ejercicio mimético, una sucesión mecánica de sustos, una mera prolongación. Se trata, en todo caso, de un material rico en ideas pero de discutible plasmación en pantalla, de confusa asimilación, terreno abonado para una indisoluble dispersión comunicativa con el espectador. Una representación plausible de todo esto lo encontramos en una parte final (la vuelta a la calle Prospect) de tintes “carnavalescos” y planos inconexos, que incluye, entre otras cosas, una doble de Linda Blair poseída (ésta se negó a maquillarse) o el asedio de un enjambre de langostas. Este “desbarajuste” narrativo obedece en gran medida a los problemas que surgieron en la propia concepción del proyecto. El guionista William Goodhart entregó un libreto que no convenció a Boorman y este terminó reescribiendo el mismo con la ayuda de Rospo Pallenberg. No obstante, nunca se tuvo una idea definida y el guion fue reescrito constantemente, incluso durante el rodaje de la película. Tampoco sirvió de mucha ayuda la polémica inclusión del hipnótico “sincronizador” que se recibió como una inadecuada desviación hacia la ciencia ficción (y ha envejecido terriblemente mal). De hecho, se sabe que en el momento de su estreno la película inspiró más risa que terror, lo que forzó al director a remontarla (el metraje se redujo ocho minutos), pero el intento no resultó.
Durante la filmación las incidencias continuaron. El director contrajo una enfermedad respiratoria llamada “Fiebre del Valle de San Joaquín” y el rodaje se suspendió durante cinco semanas. También cayeron enfermas, si bien por otro motivo, las actrices Louise Fletcher y Kitty Winn (que volvía a interpretar a Sharon Spencer). Hubo que volver a filmar varias escenas, la rápida muerte de las langostas (importadas de Inglaterra) provocó serios retrasos; el editor John Merrit abandonó su puesto (siendo sustituido por Tom Priestley) y por si fuera poco Richard Burton solía acudir ebrio al plató.
En cualquier caso, la película se beneficiaría, por lo menos a nivel visual, de un abultado presupuesto cifrado en 14 millones de dólares (la más alta de Warner hasta la fecha) y de la selección de un nutrido y contrastado grupo técnico: la fotografía se le confió al magistral cameraman William A. Fraker, nominado al Oscar en cinco ocasiones, se había puesto en 1971 tras las cámaras para dirigir un film (maldito) de terror titulado Un reflejo de miedo. Su brillante labor permitió conseguir imágenes tan potentes como las escenas semi-oníricas localizadas en África. Para los efectos de maquillaje se volvió a reclutar al especialista Dick Smith. Por otra parte, se rechazó incluir el célebre y retentivo tema musical de Mike Olfield (otra muestra más del interés por desmarcarse de la primera película) y se seleccionó a Ennio Morricone para escribir una nueva banda sonora. El italiano pudo convencer entregando una compleja partitura, mística, litúrgica y delicada, de melodías fundamentalmente atonales y toques étnicos africanos, y con un bello tema reservado a la protagonista (Regan´s Theme) que empleaba –marca de la casa- el uso de una voz femenina.
El exorcista II, el hereje se estrenó el 17 de Junio de 1977. La crítica fue contundente, en general se la definió como una secuela absurda e incoherente. William Friedkin aseguró que vio media hora y pensó que era tan mala como ver un accidente de tráfico en la calle. Linda Blair se refirió a la película como una de las grandes decepciones de su carrera, y John Boorman confesó que: “el pecado que cometí fue no dar a la audiencia lo que quería en términos de horror…” El británico recuperaría confianza crítica y comercial con su siguiente largometraje, la famosa Excalibur, en 1981. Claro que no todas las reacciones (si la mayoría) fueron negativas, Martin Scorsese declaró que: “Me gusta El exorcista, por la culpa católica que tiene, y porque me asustó a mí, pero El hereje la supera” Y la influyente crítica Pauline Kael no dudó en escribir en su reseña publicada en New Yorker que: “El exorcista II tiene más magia visual que una docena de películas
El film fue un fracaso en taquilla, aunque aquí es preciso matizar que lo fue, sobre todo, en relación a la (lógica) expectativa del estudio, la secuela tuvo unos ingresos ínfimos en comparación con su predecesora pero terminó cubriendo sus altos costes de producción (debutó segunda en la taquilla, solo detrás de La guerra de las galaxias). Boorman creó un thriller metafísico y conceptual, lleno de hallazgos e ideas interesantísimas, lamentablemente muy mal ejecutado, con lo que el sentido y la fluidez narrativa se resintieron de forma insalvable. De todas formas, el público esperaba otra cosa, hubiera salido bien o mal.
La tremenda decepción financiera alejó cualquier posibilidad de conformar una trilogía, al menos a corto plazo, porque trece años después, en 1990, se estrenó El exorcista III, dirigida por William Peter Blatty, guionista de la primera. Blatty ignoró por completo los sucesos que ocurrían en la segunda parte –a la que calificó de sorprendentemente y extraordinariamente mala-, pero, aunque se puede estimar su film mucho más equilibrado, resulta un trabajo pobre y fallido, y lo que es peor, muy aburrido.
Harmonica

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