Daybreakers (Michael Spierig y Peter Spierig, 2009)
Sobre el papel, Daybreakers era un proyecto interesantísimo. En primer lugar, el planteamiento invertía la situación: los vampiros dominan el mundo y los humanos resisten (y perecen) en la clandestinidad. En segundo lugar, el reparto contaba con actores de primera fila como Sam Neill, Ethan Hawke y Willem Dafoe. Y en tercer lugar, y no menos importante, su vocación anulaba cualquier tipo de aproximación a esa saga de difícil catalogación genérica plagada de seudovampiros con dientes de leche, amén de sosos, pijos y ñoños. Supongo que no hace falta identificarla.
El producto final cumple este último punto. Los vampiros de Daybreakers son vampiros de verdad, sofisticados eso sí, pues los tiempos han cambiado y ya no precisan lanzarse al cuello de sus víctimas, ahora beben en copa. El problema es que, con la raza humana en proceso de extinción, se les agota el alimento y deben buscar un sustitutivo. Un planteamiento argumental con muchas posibilidades pero que naufraga tristemente a consecuencia de un flojo guión solo preocupado por el mero efecto epidérmico. Los hermanos Spierig, que también firman el libreto, no ambicionan más allá de elaborar un producto distraído, quedando solo el embrión de curiosas ideas que pudieran emanar de una historia de fondo con muchas posibilidades. Asimismo los personajes obedecen a una concepción del todo primaria y superficial. Por ejemplo, el director de la compañía que administra la sangre humana entre la población, Charles Bromsley (Sam Neill), deviene en figura harto fallida por desaprovechada. En cuanto a la dirección, hay que valorar positivamente la solvencia de la puesta en escena que, arropada por un estilizado y convincente diseño de producción, obra de George Liddle, confieren al film una muy atractiva pátina visual capaz de sacar rédito a un modesto presupuesto de apenas 20 millones de dólares. En conclusión, lo más llorado de Daybreakers es que, partiendo de una potente premisa a desarrollar, lo que pudo ser una sugestiva y poderosa película de ciencia ficción y terror con tintes post-apocalípticos, se queda en una simplemente correcta y entretenida peliculita de serie B. Una pena.
Miedos (The Hole, Joe Dante, 2009)
Miedos es una propuesta nostálgica que alude directamente a aquellas películas de terror ochenteras dirigidas al público adolescente. No es casualidad que detrás de la cámara se encuentre Joe Dante, quien en aquella década firmara títulos como Aullidos (1981), Gremlins (1984), o Exploradores (1985). Toda una declaración de intenciones.
Tras mudarse a una nueva casa, los hermanos Dave y Lucas encuentran un extraño agujero en el sótano. Junto a su vecina Julie, descubrirán que al abrirlo, han dejado libre a un Mal indeterminado que se apropia de su entorno en incluso se adentra en sus sueños. El film es un cuento de miedo pretendidamente light que, bajo su sencilla e inofensiva apariencia, intenta explorar y reflexionar en torno a la naturaleza de esos miedos y temores que atenazan la existencia humana. Para ello, el guión dispone tres jóvenes personajes, creíblemente concebidos, que deberán enfrentarse a sus más intensos (e “internos”) temores. La límpida puesta en escena de Dante, atenta, no obstante, al detalle y la sugerencia, resulta una coherente implicación para con la idea conceptual que quiere, y consigue, desarrollar la película. Pero Miedos, que yo defiendo como un buen trabajo destinado al público juvenil, tendrá difícil encontrar su público entre las nuevas generaciones al tratarse de un producto a contracorriente en su género, lo que puede defraudar a ese espectador cuyas pretensiones son únicamente asimiladas y satisfechas en el contexto del cine posmoderno.
Fantasmas de Marte (Ghost of Mars, John Carpenter, 2001)
¡Cuánto habré discutido sobre esta película! Conocidos admiradores de John Carpenter, entre los que me encuentro, insistían, una y otra vez, en anular mis (negativas) estimaciones críticas respecto al film a partir de argumentos tan paradójicos como: “Es una película solo para fans de Carpenter (¡!), es una gamberrada simpática de las que ya no se hacen, un pastiche del ideario carpenteriano en referencial auto-homenaje, o una (otra) muestra más del carácter outsider del director, una divertida recuperación de la serie B más transgresora” etc…
Pero, en mi opinión, Fantasmas de Marte no posee coartada creíble alguna porque, este western fantástico que venía a reincidir en la temática sobre Marte (recuérdense otros títulos del momento como Misión a Marte y Planeta rojo), adolece de un guión inconsistente provisto de risibles diálogos y de una narración a todas luces deficiente, Los personajes son arquetípicos y unidimensionales, meras marionetas dispuestas en el encuadre. La dirección resulta plana, efectista, apática y desganada. El diseño de producción es pobre y, por añadidura, poco creíble. Solo mínimamente dignificado por la competente fotografía de Gary B. Kibbe que saca notable partido de la uniformidad cromática de la película. No existe tensión dramática, las escenas de acción aparecen atropelladamente, carentes de toda fuerza. En cuanto a la música, Carpenter abandona su minimalista sintetizador y se entrega de lleno a una especie de rock metálico y heavy metal cuya función con respecto a las imágenes es más ruidosa que descriptiva. Al hablar de los actores hablamos de lógica incapacidad para defender papeles indefendibles. Empero el error más acusado en este ámbito reside en otorgar preferencia, supuestamente carismática, al tipo menos indicado. Me explico, si en la anterior película de Carpenter, la irregular pero muy superior Vampiros, disfrutábamos de un empático personaje -Jack Crow- lleno de fuerza al que daba vida un James Woods colosal; en Fantasmas de Marte debemos conformarnos con un tal James “Desolación” Williams interpretado, es un decir, por ese rapero y ocasionalmente actor, es otro decir, llamado Ice Cube. Así es imposible.
Han tenido que pasar nueve años para que el autor de La niebla, previo paso por la televisión gracias a la serie Masters of Horror, vuelva a dirigir para la Gran Pantalla. Su nueva película se llama The Ward y es un thriller de terror psicológico ambientado en una institución psiquiátrica. Aquellos que ya han tenido oportunidad de verla no se han mostrado muy entusiastas con el resultado, más bien todo lo contrario.
Harmonica
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